Es totalmente lógico, e incluso sano discutir y que existan malos entendidos en la pareja. De hecho, si no ocurre algún tipo de conflicto de vez en cuando, puede ser síntoma de que hay algo que no se está expresando o que nos estamos guardando cosas que más tarde acabarán por salir. Es imposible que estemos de acuerdo en todo y que no haya nada de nuestra pareja que nos moleste.

Además, el desacuerdo es una oportunidad para conocer mejor al otro, para aprender a aceptarnos e incluso para reforzar la relación. Pero es importante partir de una base de mejora, de tener claro que esa discusión la tenemos que utilizar en favor de la pareja, para que los conflictos no se conviertan en un problema que acabe por minar la relación.

Desde Breaking Ice compartimos una serie de consejos para aprender a discutir de forma constructiva con tu pareja y que os pueda servir para mejorar la relación:

Hablar desde la sinceridad y honestidad

Para que esto ocurra, es necesario tener una buena relación de confianza y no tener miedo de explicar qué nos ha molestado. Se trata de hablarlo desde el respeto e intentando siempre no dañar al otro. Por otro lado, también es importante la forma de expresarlo, para hacernos cargo de nuestra parte de responsabilidad en el problema y no culpar siempre al otro.

Para conseguirlo, es mejor utilizar expresiones como: “esto me está haciendo sentir mal, me ha hecho daño” que frases del tipo: “me estás haciendo daño”. En el primer caso, hablamos de cómo nos sentimos, de cómo la situación nos está generando malestar.

En el segundo, estamos culpando directamente al otro de tener esas emociones negativas.

Evitar echar cosas en cara

No se trata de ver quién de los dos tiene más razón o de intentar convencer al otro para que cambie de opinión.

Si empezamos a utilizar reproches, puede convertirse en un bucle infinito para ver quién queda por encima de quién.

Y más cuando además de hablar del problema que nos ocupa, traemos a colación situaciones del pasado y las utilizamos como arma arrojadiza.

Porque el objetivo de la discusión no es este, no es ver quién de los dos se ha confundido más veces. Sino que consiste en llegar a un acuerdo, intentar entender qué le está pasando al otro y explicar qué me está ocurriendo a mí, por qué estamos sintiendo ese malestar y sobre todo, ver qué podemos hacer para solucionarlo.

Hablar de lo que sientes

Explicar qué necesitamos de nuestra pareja para que el problema se arregle, pero también qué estamos dispuestos a hacer nosotros/as para contribuir a ello.

Normalmente, los dos miembros de la pareja tienen que poner de su parte para que el problema se solucione o no vuelva a repetirse.

Es aconsejable utilizar cosas concretas y definir lo que vamos a hacer de forma concisa. Por ejemplo, “a partir de ahora me comprometo a expresar mi malestar cuando empiece a sentirlo y no esperar hasta explotar.

Y para ello necesito que mi pareja me escuche y trata de entenderme cuando esto me ocurra”. Pasado un tiempo, volver a hablar sobre ello. Revisar si los cambios a los que nos habíamos comprometido se han llevado a cabo o no.

Si hay algo más que podamos hacer y cómo nos estamos sintiendo con la nueva dinámica que se ha establecido.

Utilizar la empatía y la escucha activa

Tratar de ponernos en el lugar del otro. Esto no quiere decir que tengamos que estar de acuerdo con la otra persona, pero sí tratar de entender qué le ha llevado a sentirse así o comportarse de cierta manera.

Y la escucha activa es aquella que ponemos en práctica para entender qué nos está transmitiendo la otra persona y no solamente estar pendiente de qué voy a contestar cuando termine de hablar.

Porque cuando estamos pensando en nuestra respuesta, en lugar de escuchar al otro, hay parte de la información que nos estamos perdiendo. Y no estamos poniendo el foco en resolver el problema si no en rebatir lo que nos está diciendo el otro.

Tomarse un respiro

Si en algún momento, la ira se apodera de la discusión, es mejor parar, tomarse un tiempo y después retomar la discusión.

Incluso si es necesario, marcharse a dar un paseo y desconectar de la discusión durante un tiempo.

Esta emoción no nos ayuda a pensar con claridad y podemos decir cosas de las que más tarde nos vamos a arrepentir y que, además, en ningún caso va a ayudar a resolver el problema.

No centrarse solo en las cosas malas o negativas

Además de hablar sobre lo que no nos gusta o nos ha sentado mal, también nos puede ayudar poner el foco en las cosas que sí nos hacen sentir bien del otro, para que no parezca que no se valoran las cosas buenas.

Y también es aconsejable prestar atención a los recursos y herramientas con los que pueden contar como pareja para resolver el problema.

En definitiva, se trata de tener claro que la pareja es un equipo y que, en lugar de batallar para ver quién tiene la razón se trata de remar en la misma dirección para intentar resolver el conflicto. Son los dos miembros de la pareja contra el problema y no el uno en contra del otro.

Partiendo de esta premisa, las discusiones siempre se enfocarán desde un punto de vista constructivo que nos ayude a entender y aceptar al otro, así como a reforzar nuestra relación.

You may also be interested in